Al-Qanṭara XLII (2)
julio-diciembre 2021, e24
eISSN 1988-2955 | ISSN-L 0211-3589

RESEÑA

Rocío Pérez Bascuñana

Universidad Autónoma de Madrid

Baker, Christine D., Medieval Islamic Sectarianism, Croydon (Londres), Arc Humanities Press, 2019, 120 pp.

El tema del sectarismo islámico se ha presentado en numerosas ocasiones desde una tidy narrative, es decir, una narrativa «pulcra» en el sentido de que ignora la pluralidad sectaria en el islam y otorga el predominio a una única corriente islámica, el sunnismo, considerando que representa la «ortodoxia» de una manera atemporal y ahistórica y tomándolo como parámetro principal de estudio. Sin embargo, Christine D. Baker, profesora asociada de historia en la Universidad de Pensilvania -inspirada por la obra de Richard Bulliet, Islam: The View from the Edge- se aparta de esa narrativa para centrarse en el siglo X, caracterizado por la supremacía de gobernantes šīʿíes, como los fatimíes y buyíes, en el mundo musulmán. El lector puede sorprenderse de esta decisión de tomar como punto de partida el denominado «siglo šīʿí», debido a que a lo largo de la historia ha sido considerado como una anomalía en la experiencia islámica, pero de eso se trata precisamente: de obligar a pensar de otra manera sobre la ortodoxia y el sectarismo.

Esta primera obra de la autora puede ser considerada poco especializada para los expertos en la temática, pero su objetivo es precisamente acercarla al lector no especialista que quiera tener una panorámica sobre el desarrollo de las diferentes identidades musulmanas. Baker se detiene en explicar una serie de ideas esenciales para una audiencia no especializada, incluyendo un glosario de términos, una cronología y distintas recomendaciones de bibliografía para ampliar sobre el tema, apéndices que son muy de agradecer. En sociedades avanzadas como las europeas, el tipo de trabajos que recoge la serie Past Imperfect es imprescindible para aquellos lectores no especialistas que quieran iniciarse en cualquier tema, con la seguridad de que está siendo tratado por un experto en la temática.

En su introducción (pp. 1-17), Baker sostiene que nuestro entendimiento del sectarismo contemporáneo viene de la mala interpretación de los orígenes y desarrollo de las identidades musulmanas, al entenderse su historia como una historia ordenada y estática. Al ofrecernos una visión del desarrollo de las diferentes sectas, Baker pretende dar luz a la complejidad y diversidad de los primeros siglos de las sociedades islámicas y, así, poder desestabilizar la comprensión más extendida del sunnismo como centro de la ortodoxia musulmana, además de la percepción de la historia islámica como una historia dicotómica entre sunníes y šīʿíes. Asimismo, pretende desestabilizar la idea de que los conflictos sectarios actuales están ligados directamente con los conflictos de los primeros siglos del islam. Para Baker, esa concepción no hace más que provocar que los analistas de los problemas actuales no puedan reconocer las verdaderas raíces de los conflictos. Desde un principio, esta mezcolanza de temas puede parecer muy arriesgada teniendo en cuenta la corta extensión del estudio. Sin embargo, al lector se le van ofreciendo de forma ordenada y concisa las claves suficientes para entender cada nuevo elemento. De igual forma, la comprensión del estudio se facilita gracias a la escritura amena y ágil de la profesora Baker.

En el primer capítulo (pp. 17-27), la autora problematiza las diferentes fuentes utilizadas para establecer la fecha de comienzo de la supremacía de la ortodoxia sunní. Para que el lector pueda entender la gran cantidad de fechas que existen para establecerla, Baker expone que los primeros siglos del islam deben ser entendidos como siglos formativos donde las diferentes corrientes se irían definiendo y en los que el sunnismo todavía no había alcanzado el grado de cohesión que adquirió posteriormente. A su vez, la autora considera esencial tener en cuenta que el islam carece de una institución que establezca lo que se suele entender por ortodoxia y heterodoxia, para no olvidar que los ulemas y los califas tenían visiones discrepantes sobre lo que era ortodoxo. Con estas aclaraciones, el lector comprende que algunos investigadores, al utilizar fuentes religiosas que están basadas en las creencias de los sunníes (ahl al-Sunna), daten el inicio de la dominancia sunní a finales del siglo VIII y que otros investigadores, por medio del uso de otras fuentes centradas en instituciones de transmisión de conocimiento como las madrasas, daten ese inicio en el siglo XII o incluso más tarde, es decir, cuando esas y otras instituciones dedicadas a la enseñanza adquirieron un peso central en el proceso pedagógico y en el mundo del saber del mundo islámico. La autora, más proclive a esa segunda datación, la defiende por la influencia crucial que las nuevas instituciones a partir del siglo XII ejercieron en la construcción y difusión de la ortodoxia sunní dentro y fuera de las urbes.

Entrando en el segundo capítulo (pp. 27-37), Baker, por medio de la historia de los ḫāriǧíes y ḫurrāmíes, nos presenta un somero relato que evidencia la gran cantidad de sectas que ya existían antes del siglo X. Aunque no se presente esta época desde una tidy narrative, la autora consigue que el lector no se pierda en la complejidad de este periodo y adquiera conciencia de que la idea de un islam dividido entre šīʿíes y sunníes es demasiado simplista.

A continuación, los capítulos tres (pp. 37-59) y cuatro (pp. 59-77) analizan de qué forma los fatimíes y buyíes afirmaban su autoridad y legitimidad, además de analizar las reacciones que los ulemas sunníes desarrollaron hacia los poderes šīʿíes en el siglo X. De los fatimíes, la autora explica que no basaban su autoridad únicamente en la identidad šīʿí, sino también en aspectos como la arquitectura, el seguimiento de los preceptos del profeta y en muchas ocasiones, la basaban en modelos abasíes, como el establecimiento de las capitales como símbolos de poder y prestigio. Este apartado se completa con la comparación de tres ulemas, que si bien criticaban prácticas šīʿíes, no dudaban en considerar legítimos a los fatimíes como gobernantes musulmanes. Baker presenta a los buyíes con el mismo planteamiento: tomando de referencia al gobernador ʿAḍud al-Dawla, y resaltando el hecho de que esta dinastía fue la primera dinastía no árabe, afirma que no basó exclusivamente su autoridad en el šīʿísmo, sino que su éxito vino de la creación de nuevas formas de legitimación, como la adopción de referentes árabes y persas, el patrocinio de poetas como al-Mutanabbī, su proclamación como descendiente del Imperio sasánida y su titulación como rey de reyes o Šahašah. Este capítulo incluye la postura de dos autores del siglo X que criticaron el deterioro de Bagdad atribuyendo la culpa a los califas abasíes y no a los buyíes, lo que evidencia que para ellos el caos de la época no era responsabilidad de la dinastía buyí y de su carácter šīʿí.

Christine D. Baker, en resumen, nos incita en su obra a repensar la forma en la que entendemos la historia islámica y, más en general, a tomar conciencia sobre la importancia de considerar cómo se forma la memoria histórica. A mi parecer, Baker consigue que el lector se replantee, primero, dejar de entender la historia islámica desde una perspectiva simplista, que ignora la pluralidad de sectas desde los primeros siglos del islam; y a su vez, que el lector reflexione sobre su visión del sunnismo como la ortodoxia dominante desde el comienzo del islam, que para Baker solo puede provocar malas interpretaciones, como la del siglo X como una narrativa anómala dentro de la historia islámica. Baker, por medio del análisis de diferentes fuentes de ulemas y cronistas posteriores al siglo décimo, no deja naturalmente de señalar que la tradición literaria posterior al siglo X desplazó al šīʿísmo a un segundo plano y presentó a la ortodoxia sunní como la ortodoxia dominante desde antaño, tradición que adquirió un enorme peso y que ha condicionado que se tienda a tomar como parámetro principal de estudio la ortodoxia sunní.