El conjunto de tratados de agricultura que se elaboró en al-Andalus ha sido hasta ahora explotado como fuente para aspectos relacionados con la botánica y la historia de las técnicas agrícolas; sin embargo, se ha empleado poco para la obtención de información histórica, aspecto que hemos tratado de enfatizar en este trabajo. Con este objetivo, hemos intentado situar la eclosión de los libros de agricultura en su contexto histórico: el de la revolución económica y demográfica plenomedieval, uno de cuyos aspectos más significativos fue la expansión agrícola impulsada por un estamento de terratenientes, muchos de ellos residentes en las ciudades, que puso en marcha una producción orientada básicamente al mercado. A este grupo social es al que creemos estaban destinados principalmente los libros geopónicos, pues tenía la necesidad y los recursos económicos e intelectuales para aprovecharlos, a diferencia de los pequeños propietarios y las comunidades gentilicias de campesinos que practicaban una agricultura destinada esencialmente al autoabastecimiento. Una vez que reconocemos los libros de agricultura como auténticos manuales de aquellos hacendados, se puede recuperar esa literatura como fuente histórica de primer orden con el fin de conocer el funcionamiento y la organización de ese tipo de propiedad fundiaria en esta fase de la historia de al-Andalus.
The set of agricultural treaties that were drawn up in al-Andalus has been exploited so far as a source for aspects related to botany and the history of agricultural techniques; however, it has been little used as a historical source, which we have tried to emphasize in this article. To this end, we have tried to place the eclosion of agricultural books in their historical context: that of the High Middle Ages economic and demographic revolution, one of whose most significant aspects was the agricultural expansion driven by a landowning urban aristocracy that launched a production oriented basically to the market. It is precisely this privileged class that was interested in geoponic books and had the resources and training to take advantage of them, as we have tried to demonstrate. Once we recognize the agricultural books as authentic manuals of these landowners, that literature can be recovered as a first-rate historical source to know about the operation and organization of the land ownership of the Andalusian aristocracy.
El objetivo general de este trabajo es el de enfatizar el valor de los tratados geopónicos andalusíes como una fuente histórica de primer orden, más allá de su indiscutido interés para el estudio de disciplinas y materias específicas, como la historia de las técnicas agrícolas o la botánica. Para ello, trataremos de indagar sobre un aspecto crucial en este sentido y, sin embargo, poco discutido en la historiografía, como es el de la finalidad y los destinatarios de dichas obras. Este análisis nos va a permitir plantear la hipótesis de que fueron escritas para propietarios de tierras con la formación y los recursos suficientes para tener acceso a unos libros que les servían de manuales para la gestión de sus propiedades fundiarias y, en consecuencia, que proporcionan datos históricos valiosos sobre el funcionamiento y la organización del trabajo en las fincas de las élites, en el contexto de un proceso, bien situado en el tiempo, de expansión de la agricultura orientada al mercado y de desarrollo económico en general.
Antes de comenzar con el estudio, creemos imprescindible adelantar unas consideraciones en relación con la nomenclatura que nos encontramos recurrentemente en los libros de agricultura para designar a las propiedades fundiarias. En esta literatura, como en general sucede en los textos andalusíes, se pueden registrar diferentes palabras para nombrar realidades aparentemente similares y, por otra parte, dichos términos son marcadamente polisémicos. El nombre que aparece más frecuentemente en los libros de agricultura para denominar las fincas de las que se ocupan es el de
Pero los libros de agricultura, y los textos árabes en general, recogen otros términos para definir a estas fincas agropecuarias, debido seguramente a la diversidad de funciones (agrícolas, ganaderas, residenciales, protocolarias, recreativas) que en ellas se podían dar. Los más habituales son:
De manera convencional, hemos optado por utilizar aquí el término «almunia» para hacer referencia al tipo de propiedad fundiaria y recreativa antes descrita, por ser el vocablo más apropiado en el castellano actual para definir esa realidad. No obstante, en las traducciones nos hemos limitado a emplearlo cuando el original árabe era
A partir del s. X, un círculo de médicos, farmacólogos y botánicos vinculados a la corte cordobesa, se agrupó alrededor de la figura del médico Abū l-Qāsim Jalaf b. ʽAbbās al-Zahrāwī (s. X-XI)
Estos geóponos bebieron de fuentes orientales, las cuales a su vez habían recogido previamente la tradición clásica; las principales, según citan los propios tratados agrícolas andalusíes, son:
Los tratados de agricultura andalusíes, tal y como lo hacían tradicionalmente las fuentes de donde parten
Seguidamente, los vegetales se analizan por grupos y se especifican diversas labores como su modo de siembra, abono, cultivo, injerto, poda y demás faenas. Algunos de los autores también ahondan en las cualidades que esos productos poseen para la alimentación, así como las recetas culinarias que se pueden realizar con ellos. No se olvidan de tratar el tema de las plagas, del cuidado que se ha de proporcionar a los cultivos durante su desarrollo y del mejor modo y momento para la cosecha. Interesantes también son las páginas dedicadas a la conservación de las especies vegetales
Dentro de los tratados de agricultura, el más temprano es el titulado
En cuanto a los calendarios agrícolas andalusíes, que fueron fuente continua de información de los tratados posteriores, se encuentran: el
También se menciona en esta obra aquello que la gente no debe ignorar sobre los tiempos de la siembra y de la plantación, los muchos cuidados que requiere la maduración de la fruta, la época en que paren los animales y otras cuestiones según la opinión de los agrónomos (
De su contenido se desprende que estaba destinado a auxiliar a los agricultores en la explotación de sus fincas, dada la enumeración exhaustiva de las labores agrícolas que debían realizarse en cada mes y las informaciones de carácter administrativo que la acompañan, tal y como lo hacen los
Por lo que se refiere a los tratados de agricultura, son seis las obras que vamos a considerar en este estudio como fuente fundamental para el conocimiento de las propiedades aristocráticas. Sus autores son llamados de múltiples y variadas formas, entre las que se encuentran:
Ibn Wāfid (1007/8-1074/5) escribió una obra llamada
Ibn Haŷŷāŷ (fines del s. XI, principios del s. XII) escribió el tratado titulado
Ibn Baṣṣāl (n.
Abū l-Jayr al-Išbīlī (s. XI-XII), escribió el
Al-Ṭignarī (S. XI-XII), autor del
Ibn al-ʽAwwām (S. XII-XIII), autor del enciclopédico
Además de estas seis obras fundamentales, hay una séptima de gran valor recopilatorio, el
Aunque los libros de agricultura han sido ocasionalmente empleados como fuente para la historia económica, sobre este aspecto creemos que aún pueden proporcionar información valiosa si son contextualizados adecuadamente y se intenta determinar a quiénes estaban destinados y con qué finalidad se escribieron, cuestiones relevantes que, sin embargo, no han sido abordadas extensivamente ni existe acuerdo cerrado en relación con ellas, como veremos.
Lucie Bolens incorporó los libros de agricultura en su interpretación funcionalista de la expansión agrícola del siglo XI, según la cual estos tratados tendrían su origen en los gobernantes y sus consejeros, quienes se dieron cuenta del importante papel que tiene la agricultura en un país próspero; así pues, a modo de los dirigentes ilustrados inspirados por la fisiocracia, aquellos habrían fomentado y patrocinado a los geóponos, dando lugar a la llamada «revolución agrícola andalusí» del siglo XI
Por su parte, Miquel Barceló, el gran impulsor de los estudios sobre las sociedades agrícolas andalusíes a partir de la arqueología espacial, no trató el tema de manera directa, aunque en algunas de sus publicaciones dio a entender que consideraba esta literatura como una fuente para obtener información acerca de la organización del trabajo de los grupos gentilicios de campesinos. Paradójicamente se apoyaba en Bolens, quien afirma que en estos libros «L’impression reste d’une exploitation intensive de la propriété sous économie de main-d’œuvre et sans que soit jamais exprimé le besoin d’une réduction de travail (contrairement à Columelle)»
Carmen Trillo asoció la geoponía a los sultanes taifas: «floreció al calor de las cortes reales y, en particular, debió su prosperidad a la necesidad de cuidar los jardines palaciegos y de convertirlos en pequeños paraísos lo más bellos y originales posibles»
Expiración García y J. Esteban Hernández, en su estudio preliminar a la edición y traducción de Banqueri del tratado de Ibn al-ʽAwwām, no tratan explícitamente el tema de la finalidad o el destinatario de estas obras, pero, de manera genérica, comentan que «son textos totalmente didácticos, dirigidos a las poblaciones campesinas, en un estilo claro, simple y preciso»
Efectivamente, el examen detenido de estos tratados obliga a descartar la posibilidad de que fueran escritos con el fin de llegar a los pequeños agricultores, incluidos los campesinos que habitaban las alquerías y que han sido estudiados preferentemente por los investigadores de la escuela francesa, a partir de Pierre Guichard, y por Miquel Barceló y sus discípulos. Estos grupos unidos por lazos tribales o clánicos construyeron los pequeños sistemas hidráulicos que irrigaban unas tierras de propiedad predominantemente colectiva, de las que obtenían lo necesario para subsistir y los excedentes justos para evitar su captura por el estado. Por el contrario, la agricultura que describen los libros que venimos analizando incorpora avances y experiencias propios de cultivos intensivos y comerciales que nada tendrían que ver con la actividad de los pequeños campesinos o de los grupos gentilicios, como los capítulos dedicados a la contratación de trabajadores y encargados o capataces, que encontramos en Ibn Wāfid
Pero además de estas consideraciones que se derivan indirectamente del contenido de los libros de agricultura, los propios agrónomos ofrecen indicios suficientes acerca de la finalidad de sus obras y sus destinatarios. Así, en el prólogo de su tratado, Ibn al ʽAwwām recoge el consejo de Qays b. ʽĀṣim
Por tanto, los autores de los libros de agricultura se dirigen a un estamento de propietarios fundiarios interesados por la explotación de sus fincas de la manera más rentable, que creemos poder identificar también en otros tipos de fuentes escritas como, por ejemplo, el tratado de
El príncipe debe prescribir que se dé el mayor impulso a la agricultura, la cual debe ser alentada, así como los labradores han de ser tratados con benevolencia y protegidos en sus labores. También es preciso que el rey ordene a sus visires y a los personajes poderosos de su capital que tengan explotaciones agrícolas personales; cosa que será del mayor provecho para uno y para otros, pues así aumentarán sus fortunas; el pueblo tendrá mayores facilidades para aprovisionarse y no pasar hambre; el país será más próspero y más barato, y su defensa estará mejor organizada y dispondrá de mayores sumas
Precisamente estos «visires y personajes poderosos de la capital», así como otros ciudadanos propietarios de fincas, creemos que son los destinatarios preferentes de los tratados de agricultura. Se trata de unas élites terratenientes que tenían la educación y los recursos suficientes para poder acceder a ellos -recordemos que los libros antes del Renacimiento y la invención de la imprenta eran un bien aún más raro y valioso-, y que pretendían adquirir conocimientos sobre cómo administrar y gestionar unas fincas agrícolas destinadas a obtener rendimientos más allá del autoconsumo. Otras fuentes andalusíes informan de manera indirecta sobre las clases urbanas que disponían de patrimonio fundiario; por ejemplo, la crónica de los jueces de Córdoba de al-Jušanī (finales s. X), quien describe varios acontecimientos en los que los personajes designados para la magistratura aparecen relacionados con las fincas que ellos mismos gestionan e, incluso, cultivan. Así, por ejemplo, Al-Muṣʽab b. ʽUmrān al-Ḥamdānī, «para aceptar el cargo del juez, puso como condición que el emir Hišam le permitiera ir a su aldea (
El desarrollo de la Córdoba califal y, ya en el siglo XI, la expansión demográfica y el crecimiento de las capitales provinciales, incrementaron la demanda de alimentos en los mercados urbanos y, consiguientemente, el aumento de los beneficios para los productores rurales. En este contexto, los libros geopónicos tendrían como fin ilustrar a los nuevos propietarios de tierras que, sin haber sido formados en este oficio, buscaban en la agricultura una forma de negocio. Para al-Ṭignarī, algunos de ellos son ‘gente ignorante (
La gente ignorante [en lo referente] a la labranza (
En definitiva, consideramos que no existe en los tratados evidencia alguna que permita pensar que se trate de manuales que pretendieran servir de guía para futuros jardineros reales, ni encontramos en ellos una «intención claramente normativa», como opina Retamero. Es cierto que los textos recogen anécdotas con relación a los sultanes desde tiempos de ʽAbd al-Raḥmān I, teniendo en cuenta, como es lógico, que algunos de los geóponos trabajaron para los monarcas cuidando de sus fincas. Por ejemplo, Abū l-Jayr dice de la finca sevillana de al-Muʽtamid (gob. 1069-1090): «Yo mismo he observado muchos árboles de las especies antes aludidas en la huerta (
La llanura de la ciudad (
En realidad, el estamento social andalusí que podía estar interesado en los libros de agricultura sería el mismo al que siempre ha estado orientado este tipo de literatura a lo largo de los siglos. Así, por ejemplo, Columela deja clara la condición de aquellos a quienes está dedicada su obra: se trata de acomodados propietarios de tierras que residen en la ciudad, como él mismo o su vecino Silvino: «la hacienda más cómoda es la que está cerca de la ciudad, a la cual, aun el hombre que tiene ocupaciones pueda dar con facilidad una vuelta todos los días después de haber concluido los negocios del foro»
La misma opinión defiende Eloy Terrón, quien considera que ni los tratados geopónicos antiguos ni los modernos fueron escritos para los pequeños y medianos agricultores, puesto que, además de su analfabetismo generalizado, «no necesitaban que nadie viniera a darles instrucciones teóricas de cómo tenían que realizar las faenas de su oficio»
Las fincas que cultivaban el estamento de agricultores y terratenientes a que nos referimos serían de carácter plenamente agropecuario, tanto de secano como de regadío, aunque entre ellas también se encontraría el tipo de propiedad que de manera genérica venimos denominando ‘almunia’, en el que se combinaba el solaz y recreo con la explotación agrícola. Además de constituir una fuente de ingresos, estas fincas se distinguían por acoger edificios residenciales a los que se podían retirar temporalmente sus propietarios, según confirman, por ejemplo, el poeta Ḥāzim al-Qarṭāŷannī en su
De igual manera, en Valencia los inmigrantes cordobeses que se establecieron en la ciudad a comienzos del siglo XI «construyeron mansiones (
[…] son explotaciones agropecuarias que tienen un propietario urbano. Representan el carácter hegemónico de la ciudad sobre el territorio a través de sus élites urbanas que residen en ella, conocidas también como la «gente de la ciudad»
En resumen, en el siglo XI, las fuentes escritas árabes y cristianas, así como la arqueología, permiten detectar un incremento notable de las explotaciones agropecuarias en manos de las élites y los estamentos acomodados de las ciudades de al-Andalus, tanto de almunias como de fincas estrictamente orientadas a la producción, coincidiendo precisamente con el auge de la literatura geopónica.
En el epílogo de su obra, Ibn Ḥaŷŷāŷ especifica a quiénes estaba destinada y a quiénes no, opinión compartida por Ibn al-ʽAwwām, pues recoge la cita en su prólogo:
Querido hermano, con el fin de obsequiarte, he completado y ultimado mi libro en torno a la agricultura, conforme al objetivo propuesto. De esta forma, te evito recurrir a las opiniones de gentes ignorantes y rústicas que carecen de base científica y claro fundamento, a pesar de su vasta práctica y vinculación con este oficio
Es decir, Ibn Ḥaŷŷāŷ identifica a unos campesinos dotados de conocimiento práctico, pero no científico, que indudablemente no son aquellos a los que estaba dirigido su libro; un antagonismo entre campesinos y hacendados urbanos al que también hace referencia Ibn ʻAbdūn:
El cadí debe ordenar a los habitantes de los pueblos que cada pueblo tenga un guarda jurado para impedir que las propiedades particulares sean tratadas como las comunes, porque los campesinos suelen mirar como propias las fincas de las gentes de la ciudad
Los geóponos no desconocían el valor que tenía la experiencia acumulada durante generaciones por los pequeños agricultores de las alquerías, por lo que su desdén no estaría asociado a la soberbia de los tratadistas o a la relación de vecindad entre unos y otros, como afirma Retamero
Vosotros sois los que os coméis las haciendas de las gentes, sin provecho para ellos, y consideráis lícito el oprimirlos sin razón; los que priváis, poco a poco, de sus medios de vida, arrebatándoselos como precio de vuestro soborno y de vuestra prevaricación; los que queréis la tierra sin derecho
Por causa de la presión impositiva, según Ibn Ḥayyān,
las gentes emigraron unas tras otras de las regiones que ocupaban, las cuales, a fin de cuentas, se arruinaron. Mientras tanto, a ellos y a sus pares todo les sonreía, gracias al impuesto [
Es decir, la imposibilidad de hacer frente a las cargas impositivas y las deudas daba lugar a la emigración de los campesinos y la expropiación de las fincas, que pasaban a manos de la aristocracia terrateniente: «[
Y cuando uno de estos notables daba su nombre a una de esas explotaciones, sus antiguos habitantes volvían allí, aceptándolo como amo, trabajando a cambio de una parte del producto y con la esperanza de que él les protegería contra los reveses de la fortuna.
De acuerdo con Ibn Ḥayyān, este proceso no solo aconteció en la región de Valencia, sino que «eso fue lo que hicieron la mayor parte de los rebeldes que se adueñaron de las regiones del Andalus o se sublevaron en sus confines, tras la disgregación del poder de la Comunidad [
La situación crítica del campesinado andalusí por causa de la presión impositiva la documenta también el alfaquí pro almorávide al-Ṭurṭūšī:
[...] preponderaron los musulmanes sobre el enemigo, y el poder de este se vio abatido y quebrantado, mientras las tierras estuvieron repartidas en poder de las tropas, las cuales les hacían producir y trataban benignamente a los campesinos […]. Así continuaron las cosas hasta los últimos tiempos de Benabiamir, el cual sustituyó el pago de las tropas por una soldada mensual que se percibía en dinero e impuso un tributo sobre las tierras, de cuya cobranza se encargaron las mismas tropas. Estas esquilmaron al pueblo, devastaron sus haciendas y lo dejaron arruinado. Ahuyentáronse las gentes y no fue posible a las tropas seguir explotando los campos […]
Según Ahmed Tahiri «al encabezar la cúspide del poder a escala local o provincial, la nueva casta acabó sometiendo a los productores a una serie de obligaciones tributarias», de manera que se vieron obligados a trabajar la tierra sujetos a prestaciones de todo tipo, lo que alteró seriamente las características sociales de los sectores productivos de la
Por consiguiente, el contexto histórico en el que se debe situar la proliferación de la literatura geopónica andalusí en el siglo XI es el de la expansión demográfica y económica, uno de cuyos pilares fue precisamente la eclosión de la agricultura comercial y, con ella, la de un tipo de explotaciones vinculadas a propietarios urbanos más o menos acomodados
Los libros de agricultura tratan casi todos los aspectos de las ciencias agrícolas; no obstante, ahora dejaremos de lado los aspectos puramente botánicos y técnicos para centrarnos en aquellos más propios de la historia económica. No pretendemos ser exhaustivos en este análisis, sino tratar sencillamente de demostrar que, una vez ubicados estos libros en su contexto histórico, pueden convertirse en una fuente de información muy valiosa en relación con la organización y el funcionamiento de las propiedades fundiarias de las elites andalusíes, al menos para el periodo en el que fueron escritos.
El autor almeriense Ibn Luyūn, en su capítulo titulado: «Sobre lo que se ha de elegir en la disposición de las huertas (
Para la elección [del emplazamiento de] las viviendas de las fincas (
Por su parte, al-Ṭignarī indica dónde instalar las aceñas y los zafariches en la finca con el fin de que sean más efectivos, pero también con el propósito de que el dueño y sus allegados puedan gozar del relax que ofrece pasear junto a estanques y canales sin tener que atravesar los huertos. Estos espacios cultivados y resguardados pueden, sin embargo, ser contemplados desde esta parte alta de la propiedad. Sobre la seguridad de estos huertos, al-Ṭignarī lo deja claro: si es preciso, que se protejan más que las casas. Y, por último, nos queda señalar una cuestión de terminología, a saber, la ‘polisinonimia’ presente en este pequeño párrafo del geópono granadino, que demuestra que los términos
Más allá de estos huertos ajardinados o espacios de regadío junto a las viviendas, en los que se situaban cultivos que unían su valor práctico al ornamental, Ibn Luyūn ubica las tierras de labor destinadas plenamente a cultivos de consumo «a cierta distancia de todo lo anterior» reservando una parte de la finca «a la tierra de labor (
Todos los elementos que según los libros de agricultura forman parte de estas fincas son los mismos que conocemos a través de otras fuentes, como, por ejemplo, los modelos ideales contenidos en los formularios notariales, lo que no deja lugar a dudas acerca del tipo de propiedad del que estamos tratando. Así, según Ibn al-ʽAṭṭār:
Si el objeto de toma de posesión fueran fincas (
Era importante que esta propiedad estuviera cercada; al respecto, Ibn Luyūn afirma: «Resulta excelente proteger la finca (
En los límites [de la finca, se plantan] árboles como la higuera (
Por el geópono Abū l-Jayr sabemos que no solo se cerraban con muros los huertos y los viñedos, sino también las grandes fincas (
Aparte de las obras geopónicas, los tratados jurídicos también hablan de los cercados, realizados con vallas, muros o setos, los cuales tenían varias funciones: como delimitadores de la propiedad, como medio de adquisición de las tierras jurídicamente muertas (
Ibn al ʽAwwām recomienda, citando un proverbio (
Ibn Luyūn indica cómo deben disponerse cada uno de los componentes del espacio doméstico, así como su entorno inmediato, y cuáles son sus características principales. En primer lugar, explica cómo debe ser el emplazamiento y la orientación de la casa
Un lugar en alto (
En cuanto a los accesos de la vivienda
Debe tener dos puertas, para que esté más protegida y sea mayor la tranquilidad del que la habita. […] La puerta principal tendrá bancos (
No es de extrañar que el autor incida en la presencia de los bancos del zaguán, pues este tipo de elementos permitían descansar a los que esperaban a ser recibidos en el interior de la casa, pero también servían para que el dueño contara con un espacio en el que despachar con clientes, arrendatarios o jornaleros, sin necesidad de hacerlos pasar a los espacios más privados
En la parte baja de la finca (
Otro elemento singularizado con respecto a la casa y sobre el que, efectivamente, existen algunos testimonios documentales, arqueológicos e incluso iconográficos, es la torre residencial (que Ibn Luyūn llama
En torno a la residencia principal, se encuentra la parte más cuidada de la finca, que se denomina en términos jardineros «huerta de primor»
Si quieres disponer un huerto (
El texto es dudoso puesto que no especifica si los huertos en cuestión se encuentran próximos a la casa, como nosotros nos inclinamos a pensar, o a la ciudad, lo que cambiaría la interpretación sustancialmente. No obstante, creemos que solo puede hacer referencia a la vivienda, pues de un huerto privado, aunque esté cerca de la urbe, no se podría afirmar que hace compañía a las gentes, ni tampoco es cierto que los huertos más hermosos y recreativos sean los más próximos a las medinas; sin embargo, estas características sí se pueden predicar de los huertos ajardinados que, de existir, siempre se situaban, lógicamente, junto a la vivienda de los propietarios.
Otra prueba indirecta de la atención que los geóponos ofrecen a los jardines y huertos ornamentales que junto con las extensiones dedicadas a la agricultura orientada al mercado formaban parte de las almunias, son las páginas en las que se ocupan de las plantas aromáticas por el placer que dan a los sentidos de la vista y del olfato
Al-Ṭignarī diferencia los parrales que se plantaban sobre los andenes elevados o paseadores, que debían asociarse a armazones o emparrados para que se pudiera pasear por debajo de ellos, de los que se situaban en los jardines en hondo que los rodeaban llamados arriates (
En las grandes almunias (
En relación con los cultivos y su utilización con vistas al esparcimiento, Abū l-Jayr explica en su tratado cómo manipularlos para conseguir formas insólitas. Estas esculturas vegetales eran otro de los elementos propios del huerto de primor situado en la zona cercana a la residencia principal de las almunias, aunque también flanquearían los caminos que, desde las puertas de la finca, se dirigían hacia la residencia principal. El autor sevillano dice al respecto
A veces se componen formas insólitas (
De la misma manera que los emparrados protegían del sol y del relente, para disfrutar apropiadamente de los huertos y jardines era conveniente la existencia de pabellones de madera o de obra en medio del área cultivada, normalmente sobre los andenes o paseadores que la cruzaban o contorneaban. A ellos se refiere Ibn Luyūn
En el centro del huerto (
Además de extensiones variables de espacios destinados a la agricultura de secano, las grandes fincas agrícolas, y las almunias en particular, también contaban de manera preferente con áreas en las que se practicaban de manera intensiva los cultivos irrigados artificialmente. A diferencia de los sistemas hidráulicos vinculados a las alquerías campesinas, que se caracterizaban por el aprovechamient o de los recursos naturales y la economía de medios, los de las fincas de las élites disponían frecuentemente de infraestructuras relativamente costosas como evidencia de la capacidad de movilizar recursos por parte de sus dueños y de los beneficios esperados de esas inversiones. Se trata, sin embargo, de una hidráulica de rango medio puesto que en los libros de agricultura tampoco están presentes las grandes obras de ingeniería aplicadas al riego de las fincas de los sultanes, como, por ejemplo, las presas de derivación y acequias que daban servicio a las propiedades nazaríes del cerro del Sol en Granada
En los tratados de agricultura son frecuentes las referencias a los diferentes elementos que permitían la captación, conducción y distribución de los recursos hídricos, acerca de los cuales Ibn Luyūn dice
También al-Ṭignarī aconseja instalar las aceñas (
Lo primero que se necesita cuando se quiere poner en funcionamiento una aceña (
Ibn al-ʽAwwām recoge una parte de ese fragmento para indicar en qué parte del huerto (
[…] que se procure hacer el pozo en lo más alto de la huerta (
Obviamente, la posición elevada que recomiendan los geóponos tiene como objetivo facilitar el riego de los cultivos por gravedad. Esta particularidad se aprecia igualmente en Ibn Baṣṣāl quien, en su estudio de los pozos, trata además otras cuestiones, como son el lugar idóneo para abrirlos, el modo de hacerlo dependiendo de la lejanía o cercanía a un río, el mes más propicio, los indicios que señalan si hay aguas subterráneas cerca del lugar elegido, el modo de montar las aceñas y la distancia que hay que respetar entre pozo y pozo para que no se vean afectados en el caudal o en la calidad de su agua
Los elementos destinados a la captación, conducción y almacenamiento de agua tenían una finalidad eminentemente agrícola y consuntiva. Pero también servían con fines hedonistas, como explica al-Ṭignarī: «[Y pasear] por los lugares por donde corre el agua y están los zafariches (
Así, según Abū l-Jayr
En las almunias se criaba ganado con fines comerciales y también para la explotación agrícola, pues los animales se empleaban principalmente para el tiro del arado, así como para la obtención de su estiércol que era fundamental para abonar los cultivos
Ibn Wāfid dedica muchas páginas a la cría de palomas en estos espacios productivos, e incluso la presenta de manera más extensiva que Ibn al-ʽAwwām. La palomina, su excremento, era muy codiciada entre los agricultores desde la Antigüedad. Como señala Julia Carabaza, los agrónomos latinos y del mundo bizantino ya hablaban de su beneficio por su alto poder calorífico y daban detalles de cómo debía utilizarse. Ibn Wāfid recoge tanto este saber antiguo como el propio de la cultura árabo-islámica, si bien, como concluye la autora, «aunque el agrónomo toledano quisiera dar un ‘tinte clásico’ a sus palabras, no hizo en realidad más que acudir a una fuente de su mismo entorno cultural [la fuente zoológico-literaria de mayor peso en la cultura islámica medieval: el
Es necesario adquirir palomas y servirse de ellas constantemente en las labores agrícolas, dado su beneficioso estiércol para toda clase de frutos y tierras, […] las palomas son, pues, utilísimas (
Posteriormente, y dentro del capítulo dedicado a los animales que se tienen en casas (
Sábete, que las palomas son de grande utilidad; que hacen compañía; que su grangería es necesaria; y que su uso es indispensable en la agricultura por la utilidad que hay en su estiércol para todos los frutos y las tierras. Es la palomina indispensable, y no hay cosa que pueda suplirla, y una corta cantidad de ella hace que no sea necesaria mucha de otros estiércoles. Son pues muchas las comodidades, y muchos los provechos que hay en las palomas
Como se aprecia, ambos autores se muestran decididamente pragmáticos en sus consejos al subrayar explícitamente en sus obras la rentabilidad que las palomas pueden proporcionar. La información zoológica recogida en estos dos tratados agrícolas es valiosa, ya que da todo tipo de detalles relacionados con estas aves y su utilización en la agricultura, ampliando sensiblemente los datos proporcionados por los autores clásicos, pero aprovechando la información que necesitan en las diferentes fuentes que tienen a su alcance
Por su parte, Ibn Luyūn cita la torre-palomar (
Y si [la finca] está dotada de una torre-palomar (
Por ser una obra de carácter enciclopédico, Ibn al-ʽAwwām es quien ofrece más información sobre los animales presentes en las fincas, al dedicarle los 5 últimos capítulos de los 35 que componen su obra
Por su parte, Ibn Luyūn, en la descripción del
El establo (
Es interesante destacar también en el fragmento anterior la mención a la fosa para el estiércol, puesto que la arqueología viene demostrando igualmente la proliferación de los campos de silos destinados a la producción de estiércol (compost) como abono para las tierras de cultivo, lo que algunos califican como una verdadera «revolución sucia»
Los tratados geopónicos contienen también referencias muy interesantes acerca de la organización del trabajo y la mano de obra con que se explotaban las fincas aristocráticas, un tema del que sabemos muy poco, más allá de alguna información que al respecto se puede espigar en textos de otra naturaleza como, por ejemplo, los formularios notariales o las colecciones de fetuas.
Tal y como dijimos anteriormente, al-Ṭignarī refiere que la
En los tratados geopónicos son frecuentes las referencias a las contrataciones de braceros o temporeros, aconsejando sobre las cualidades que conviene que tengan los trabajadores que se han de emplear en las fincas, así como los capataces encargados de dirigirlos. Al respecto, Ibn Luyūn señala que: «Para realizar las tareas [agrícolas] (
Del mismo modo, en su capítulo sobre las capacidades que conviene que tengan dichos agricultores, titulado «Qué hombres deben ser preferidos para hacer las labores, plantaciones y demás faenas rústicas», Ibn al-ʽAwwām aconseja
que sean mozos y jóvenes por ser los mas fuertes, los mas alegres y expeditos, y los ménos perezosos para las faenas, y que los cavadores sean pares. Que el plantador de vides ú otros árboles, el inxertador y el escamondador sea joven de veinte á treinta años ó poco mas […]. En las mangas [ó divisiones] no se han de poner juntos mas de quatro hombres, y si fueren mas, no han de juntarse á trabajar en un sitio para que [por aquella parte] no se adelante la labor.
Era habitual que los propietarios delegaran en un capataz el control y la vigilancia de los trabajadores durante el día. Este encargado debía darle el parte al finalizar cada jornada. Ibn al-ʽAwwām al respecto dice
El dueño de la posesión (
Cuando los terratenientes no estaban presentes en sus propiedades rústicas, a estos capataces se les confiaba la administración de sus fincas, según la recomendación de ʽAtabaʽ b. Abī Sufyān a su encargado, que recoge Ibn al ʽAwwām
Cuida con esmero y vigilancia de mi pequeña posesión (
También Ibn Wāfid se ocupa de este tema en el capítulo titulado «Elección de los jornaleros»
Si hay un gran número de campesinos, no conviene que trabajen juntos en un mismo lugar porque, cuando lo hacen, hablan mucho y se instruyen mutuamente en diversas tretas y en cómo holgazanear en el trabajo, y debería existir, entonces, el mismo número de capataces que de campesinos. Deben agruparse de diez a seis, ni uno más ni uno menos y su trabajo ha de ser parejo. Colocarás a los que trabajen con el azadón de dos en dos, para que el holgazán trabaje tanto como el activo y constante, y que uno de ellos, de quien te fíes y al que des algo por ello, se encargue del otro
Los productos cultivados en las fincas que venimos tratando estaban destinados esencialmente al mercado, de manera que las explotaciones constituían una fuente de riqueza y prosperidad para sus dueños; por consiguiente, es normal que los tratados geopónicos dediquen mucha atención a plantas comerciales como la vid. Acerca de los cereales, sin embargo, no se extienden demasiado porque, según explican, los procedimientos son bien conocidos por todos.
Además, algunos autores relatan técnicas de procesamiento de algunas de esas plantas o de su conservación; por ejemplo, Ibn al-ʽAwwām, en su cap. 30, recoge una gran variedad de fuentes documentales relacionadas con la práctica industrial agrícola, entre las que se encuentran los geóponos Ibn Baṣṣāl, Abū l-Jayr y al-Tignarī. Es un capítulo extensísimo, en el que trata, como él mismo señala, y entre otros temas, «Del modo de destilar el agua rosada, y de hacer el vinagre y el arrope de las uvas, el mostazado y semejantes. Señálense los meses del año y las operaciones de agricultura que es bueno hacer en cada uno de ellos»
Como es lógico, una parte de la producción de las grandes fincas también era reservada para el autoconsumo, tanto de los cultivos más comunes como de otros singulares, cuyo valor residía en la ostentación. Por ejemplo, Abū l-Jayr explica algunos métodos para que ciertas plantas propias de verano se puedan disfrutar también en el invierno, de manera que tanto los dueños de las fincas como sus invitados se quedaran maravillados
Para la ruda, el jazmín, la calabaza, el pepino, el pepinillo y otras clases de hortalizas de estío se hacen para ellas unos tejadillos de caña sobre pies de madera que las protegen del granizo, y se encienden diferentes fuegos alrededor, aunque lejos de ellas para transmitirles aire caliente. Esto solo se hace para que las hortalizas estivales puedan comerse en el invierno y esto cause admiración tanto a las personalidades (
No obstante, por su propia naturaleza, los libros de agricultura apenas contienen información sobre la segunda fase del proceso de explotación agrícola, que sería la comercialización y venta de los productos. Para encontrar datos al respecto, tenemos que acudir a otro tipo de fuentes documentales, como las jurídicas. Así, por ejemplo, una fetua recogida por al-Wanšarīsī (s. XVI), relativa a Ifrīqiya, pero emitida por el jurista andalusí Yaḥyà b. Umar (s. IX), da muestra de ello
Se consultó a Yaḥyà: quien trae trigo a la ciudad no se puede saber si es para venderlo o para consumo propio. Respuesta. En este caso, dejaremos que lo transporte a su casa. Otra cuestión: ¿Y si alguien que se llevó trigo de su finca (
A diferencia de los tratados de
Para situar adecuadamente los libros de agricultura en su contexto histórico es necesario que tratemos de aproximarnos, aunque sea brevemente, a la estructura de la propiedad de la tierra en el momento de su redacción, tarea que, por otro lado, no es sencilla debido a la escasez de estudios sobre el tema.
Parece probado que la primera «revolución» agrícola en al-Andalus arrancó con la llegada de los primeros pobladores orientales tras la conquista y se desarrolló durante la fase paleoandalusí. La introducción de nuevos cultivos y la expansión de la tecnología hidráulica asociada estuvo a cargo primordialmente de grupos de campesinos unidos por lazos clánico-tribales, desprovistos de conexiones decisivas con el poder, los cuales colonizaron amplios sectores del medio rural e implantaron sistemas productivos, en los que predominaba el dominio colectivo
En el otro extremo temporal, la estructura de la propiedad de la tierra en época nazarí, que conocemos mejor gracias a una documentación de archivo árabe y castellana sensiblemente más rica, presenta cambios sustantivos. En torno a las ciudades predominaban las fincas aristocráticas, así como las alquerías y aldeas, algunas de las cuales estaban habitadas por campesinos independientes y otras eran propiedad de algún señor. En las zonas plenamente rurales, también la propiedad gentilicia parece haber sido minoritaria frente a la privada, detectándose la existencia de campesinos enriquecidos e incluso de terratenientes ajenos al vecindario que emprendían cultivos comerciales
Entre ambos extremos, hay efectivamente indicios que deben ser tenidos en consideración, con relación a ese proceso de cambio en el dominio de la tierra, que seguramente no fue progresivo ni homogéneo
En este contexto de transformación de la estructura de la posesión de la tierra, la eclosión de los libros geopónicos en el siglo XI está estrechamente relacionada con la proliferación de propietarios fundiarios particulares, principalmente ciudadanos con recursos y formación suficientes, interesados en los beneficios crecientes que proporciona una agricultura basada en los adelantos técnicos de la «revolución verde» y en un mercado en expansión debido al desarrollo demográfico y urbano. Ellos y no los sultanes serían, en términos generales, los destinatarios de una literatura que no estaría asociada a la multiplicación de patrocinadores reales con el establecimiento de las taifas, sino a la eclosión de dicho estamento de terratenientes. Al igual que sucedió en la Europa occidental durante la «revolución económica» del siglo XI, las medinas andalusíes en proceso de crecimiento pudieron absorber la población desplazada del campo, gracias al desarrollo del comercio y del artesanado incentivados por el incremento en la demanda de manufacturas y bienes de consumo por parte de unos grupos relativamente acomodados. Entre ellos se hallaban los propietarios de tierras enriquecidos e, incluso, los propios sultanes, los cuales se beneficiaron precisamente del control de una parte de la producción agrícola orientada al mercado. Por consiguiente, los tratados de agricultura constituyen una fuente de información histórica muy valiosa acerca de las características y la organización del trabajo en un modelo de haciendas que estaba eclosionando precisamente en el momento en que se redactaron esos libros, como resultado de los cambios profundos que estaban teniendo lugar en relación a la propiedad de la tierra y al sistema productivo en general.
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto ALMEDIMED “Almunias medievales en el Mediterráneo: Historia y conservación de los paisajes culturales periurbanos” (PID2019-111508GBI00), del que es IP el Dr. Julio Navarro (EEA-CSIC). Cofinanciado con fondos FEDER, pertenece al Programa Estatal de Generación de Conocimiento y Fortalecimiento Científico y Tecnológico del Sistema de I+D+i, Subprograma Estatal de Generación del Conocimiento, del Ministerio de Ciencia e Innovación. Sin la contribución de los colegas de este proyecto durante los últimos años, este trabajo no habría sido posible, por lo que deseamos expresar nuestro reconocimiento a todos ellos, y en particular al IP del mismo. También damos las gracias a los dos revisores anónimos del borrador del artículo, así como al consejo de redacción de la revista, puesto que sus numerosas correcciones y sugerencias han contribuido notablemente a mejorar el texto final. Y, por último, no nos queremos olvidar del personal de la Biblioteca de la Escuela de Estudios Árabes, por la ayuda obtenida en la localización y acceso de las fuentes árabes que les hemos solicitado.
Efectivamente, este término es citado por al-Ṭignarī solo una vez y en su plural
Sénac, “
García Sánchez, “
Además de ser
Navarro Palazón y Jiménez Castillo, “
Como las que rodean a las murallas de la Granada nazarí o las que riega la acequia de Aynadamar por la zona norte de la ciudad. Véase, por ejemplo, Ibn al-Jaṭīb,
Véase, por ejemplo, Navarro Palazón y Puerta Vílchez, “
Jiménez Castillo, “
Conocido como Abulcasis o Albucasis entre los latinos.
Véase más de este personaje y su influencia en el nacimiento de la ciencia agronómica andalusí en Álvarez de Morales, “
García Sánchez, “
El-Faïz, “
Carabaza Bravo, “
Carabaza Bravo, “
Bolens, “
Véase, para ello, García Sánchez, “
Consúltese, por ejemplo, Carabaza Bravo, “
Una nota marginal en el tratado de Ibn Luyūn señala que la obra de este autor tiene por título
De todas formas, como apunta López y López «su relación con las demás obras agronómicas andalusíes es compleja, y entraña no poca dificultad hablar de ello con un mínimum de seguridad en las afirmaciones, pues los autores copian los textos unos de otros sin precisar su origen» (
El único rasgo original en la obra es cuando cita los nombres con los que son conocidas en al-Andalus algunas plantas que crecen en los jardines, como el junquillo blanco (
Ibn ʽĀṣim,
ʽArīb b. Saʽīd,
La definición del mes incluye: el número de días, el signo del zodíaco, las mansiones del mes, el planeta que lo rige, las características de este, la estación a la que pertenece, entre otros aspectos.
Ibn Ḥaŷŷāŷ,
Véase para ello, Carabaza Bravo, “
Ibn al-Abbār,
López y López, “
Álvarez de Morales y Carabaza Bravo, “
Ibn Ḥaŷŷāŷ,
Ibn Ḥaŷŷāŷ ofrece al final de su libro la lista de sus fuentes, que son manifiestamente griegas y latinas. Véase, para ello, Fahd, “
Carabaza Bravo, “
Carabaza Bravo, “
Carabaza Bravo, “
Ibn Baṣṣāl,
López y López, “
López y López, “
López y López, “
López y López, “
Abū l-Jayr,
Abū l-Jayr,
Carabaza Bravo, “
Carabaza Bravo, “
Teniendo en cuenta el contenido de los libros de agricultura andalusíes en general y de este en particular, sería más correcto traducir
Al Ṭignarī,
García Sánchez, “
García Sánchez, “
García Sánchez, “
Hijo del sultán almorávide Yūsuf b. Tāšufīn, gobernó de 1107 a 1110 y de 1115 a 1126, según afirma Ibn Luyūn en unas notas marginales. Debió de escribirla, pues, entre 1007 y 1014. Véase el prólogo del
García Sánchez, “
Ibn al-ʽAwwām,
García Sánchez, “
Ibn al-ʽAwwām,
García Sánchez, “
Lirola Delgado y García Sánchez, “
La actividad fundamental de Ibn Luyūn fue la docencia, por lo que las
Lirola Delgado y García Sánchez, “
Bolens, “
Bolens,
Barceló, Kirchner y Navarro,
Barceló, “
Retamero Serralvo, “
Retamero Serralvo, “
Trillo San José,
Trillo San José,
Ibn Wāfid,
Abū l-Jayr,
Al-Ṭignarī,
Ibn al-ʽAwwām,
Aunque data de fines del siglo XIII o principios del XIV, la descripción de la vivienda señorial contenida en Ibn Luyūn es una buena prueba de lo que venimos exponiendo. Véase, كتاب إبداء الملاحة وإنهاء الرجاحة في أصول صناعة الفلاحة (
Así, por ejemplo, el riego se vincula normalmente a pozos y aceñas, lo que contrasta con la obtención de agua por gravedad en la mayor parte de los espacios hidráulicos campesinos que ha documentado la arqueología. Véase, Retamero Serralvo, “
Qays b. ʽĀṣim fue líder de los Banū Muqāʽis y de su propia tribu y que murió en el año 47/667. Véase, Kister, “Ḳays b. ʽĀṣim”,
Ibn al-ʽAwwām,
En la religión islámica, dicho o hecho de Mahoma de transmisión tradicional.
Ibn Luyūn,
García Sánchez, “
García Sánchez, “
Ibn ʻAbdūn,
El término
Al-Jušanī,
Al-Jušanī,
Al-Ṭignarī,
Abū l-Jayr,
Molina López, “
Columela,
Beutler, “
Terrón, “
Pocklington,
Ibn al-Jaṭīb,
Münzer,
Esta crónica del s. XI habla del
Al-ʽUḏrī,
Ibn Bassām
Brufal, “
Ibn Ḥaŷŷāŷ,
Ibn ʻAbdūn,
Retamero, “
Guichard, “
Al-Ṭurṭūšī,
Benaboud, “
Guichard, “
Al-Ṭurṭūšī,
Tahiri,
Por ejemplo, Azuar, “
De Epalza y Rubiera, “
Carballeira Debasa, “
Jiménez Castillo y Simón García, “
Kautsky,
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة كتاب إبداء الملاحة وإنهاء الرجاحة في أصول (
El texto de Casiano se tradujo directamente del griego al árabe en el s. VIII con el título de
Al-Ṭignarī,
Los términos
Ibn Luyūn, في أصول صناعة الملاحة وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الفلاحة (
Ibn al-ʽAṭṭār,
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
J. Eguaras no traduce esta última frase.
Abū l-Jayr,
La mayoría de los juristas andalusíes consideraba que esta labor vivificadora debía ir acompañada de la intención de cultivar en un periodo corto de tiempo, ya que, el cerramiento por sí solo no era considerado normalmente un acto vivificador por el que cualquier individuo pudiera adquirir una tierra muerta. Véase, Camarero Castellano, “
Al-Qayrawānī,
Guichard,
Jiménez Castillo, “
Al-Jušanī,
Ibn Ṣaḥīb al-Salāt,
Ibn al-ʽAwwām,
Véase Navarro Palazón y Trillo San José (ed.),
Ibn Luyūn, الفلاحة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
Navarro Palazón y Jiménez Castillo,
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
J. Eguaras no traduce la última frase. Tampoco recoge correctamente el término
Jiménez Castillo, “
Münzer,
Del Pulgar,
En las almunias palatinas mejor conservadas, es posible distinguir de manera muy clara estas «huertas de primor», bien individualizados con su propia cerca, que en el Agdāl se corresponde con el recinto Dār al-Hanā’ y, en el Generalife de Granada, con la Huerta Grande (Navarro Palazón y Puerta Vílchez, “
Ibn Wāfid,
Véanse, para ello, Ibn Ḥaŷŷāŷ,
Abū l-Jayr,
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
J. Eguaras leyó
Orihuela Uzal y García Pulido, “
Así lo refiere al-ʽUḏrī. Véase,
Valor Piechotta y Jiménez Hernández, “
Arnold, Canto García, y Vallejo Triano,
Navarro Palazón y Jiménez Castillo, “
Salvatierra y Gómez, “
Navarro Palazón y Garrido Carretero, “
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
Al-Ṭignarī,
Véase, Ibn al-ʽAwwām,
Ibn Baṣṣāl,
Al-Ṭignarī,
Consúltese, para ello, Carabaza Bravo et al.
Abū l-Jayr,
Ibn al-ʽAwwām,
Véase, a modo de ejemplo,
Véase, Ibn al-ʽAwwām,
El
Ibn Wāfid,
Carabaza Bravo, “
Ibn Wāfid,
Junto a autores clásicos y al tratado de Ibn Wāfid, como decimos, Ibn al-ʽAwwām también utiliza para elaborar su apartado sobre las palomas el
Ibn al-ʽAwwām,
Carabaza Bravo, “
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
Los capítulos que tratan específicamente los animales son los 31-34. El 35 se ha perdido. Para el estudio de los animales domésticos, así como de otros de los que se sacaban provecho en las grandes fincas, según las informaciones obtenidas, entre otras obras, de los tratados geopónicos andalusíes, consúltese Álvarez de Morales, “
Ibn al-ʽAwwām,
Ibn al-ʽAwwām,
Efectivamente, en el islam está prohibido tener perros, ya que se considera un animal impuro, pero está permitido si es para cazar o para guardar una finca, sus sembrados y su ganado, y siempre y cuando la propiedad esté en despoblado, sin otras viviendas alrededor. Por eso, Ibn al-ʽAwwām habla de
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
Como ya se dijo, normalmente la
Malalana y Morín, “
Véase, Vidal Castro, “
Camarero Castellano, “
Ibn Luyūn, صناعة الفلاحة في أصول وإنهاء الرجاحة كتاب إبداء الملاحة (
Al-Ṭignarī,
Abū l-Jayr,
Ibn al-ʽAwwām,
Ibn al-ʽAwwām,
Ibn al-ʽAwwām,
Para este hadiz, véase El Faïz, “
Ibn Wāfid,
Esta última frase de Ibn Wāfid la tomaría años después Abū l-Jayr. Véase esta cita en
Ibn al-ʽAwwām,
Abū l-Jayr,
Al-Wanšarīsī,
Uno de los significados de
Guichard,
Trillo San José,
Trillo San José,
Ibn ‘Iyāḍ,
Ibn ‘Iyāḍ,
Por ejemplo, un hombre había comprado «propiedades antiguas y nuevas, dentro y fuera de la muralla de Málaga, a saber: casas, tierras incultas, una plantación de higueras y otros frutales, campos cultivados (ʿ
Manzano Martínez, “
Lagardère, “
Bolens,
Guichard,
Acién Almansa, “
Glick,
Watson,